La luna con su halo ilumina lo que no debe ser visto en mí. Muestra lo que no quiero mostrar ¡ni siquiera ver!. Estoy entre: escribir estas palabras gritadas en pleno cementerio desértico, cementerio de emociones (si, este debe ser el cementerio de las emociones fallidas, perdidas, extraviadas), o quizás sólo callar y agonizar.
Camino, escucho el sonido de mis pies al frotarlos con la arena a cada paso... ¿a qué más valdría la pena prestar atención?, al horizonte quizas, de hecho estoy entre mirar el horizonte para después oir el sonido de mis pasos, u oir el sonido de mis pasos para después mirar el horizonte, no hay tantas opciones. Y la sensación nunca descansa.
Doy un giro creyendo que hay alguien alrededor, pero olvidé que en el cementerio de las ideas-emociones sólo estan las agonizantes energías huérfanas, abandonadas por sus creadores. No hay alguien más.
En el cementerio de las ideas-emociones huérfanas nacen las mejores y más profundas reflexiones, nacen crudas y lo desnudan todo, pero nacen.
ResponderEliminarseeh
ResponderEliminarNo hay alguien más que evoque el recuerdo de esos pasos.De esa fricción sonora, trémula e impasible, que no hace más que emular al impasible y trémulo sonido producido por la invisible y sumisa fricción de ideas-emociones muertas. Muertas por la detestable cobardia inhumana-animal existente en este contenedor temporal del alma, producidos a la vez por la sádica basura "cósmica" desechada mil y una vez en este cementerio irracionalmente real y racionalmente patético.
ResponderEliminarBasura hecha a la medida del contenedor, por el mismo actor principal de esta comedia. Basura-testigo, o mejor dicho juez ausente, prejuicio presente. He aquí los testigos, he aquí los imprescindibles.